CURSET BÍBLIC

DIMARTS,      4     FEBRER      2014

CURSET    BÍBLIC

per   Antonio    Cabrera

LLOC:    SALÓ    PARROQUIAL   DE    CRIST   REI

20'30   hores

 

 

 

ME LLAMA POR MI NOMBRE
Carta a dos jóvenes agnósticos


JOSEP CORNELLÀ, cornella@comg.cat
GIRONA.

ECLESALIA, 04/02/14.- Esta es una carta que escribí a dos jóvenes agnósticos, reales y que no se conocen personalmente, y que les envié por mail. En ella reflexiono sobre la situación de la fe a partir de mi propia experiencia. Una fe que centro en este Jesús personalizado. Ambos me agradecieron estas letras, reconociendo que les habían ayudado en su vida personal. El agnóstico, de hecho, es alguien que busca y se siente siempre insatisfecho… La comparto en este foro.

Estimados amigos:

Esta mañana, al leer el Evangelio, he pensado en vosotros dos, y en mi mismo, y en nuestras vidas, y en temas que hemos conversado a menudo. El fragmento del evangelio pertenece al relato de la resurrección que hace Juan (capítulo 20, versículos 11-18). Dice así:

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:

–Mujer, ¿por qué lloras?

Ella les dijo:

–Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

 Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:

–Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:

–Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.

Jesús entonces le dijo:

– ¡María!

Ella se volvió y le respondió en hebreo:

– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).

 Jesús le dijo:

–Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.

Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

He pensado en vosotros, mis jóvenes amigos, y en mi mismo, esta mañana al leer este pasaje del Evangelio de San Juan. Nos separan 40 años en la vida. Pero somos igual de novatos en el intento de ser cristianos. A veces me he preguntado el porqué puedo considerarme cristiano, si apenas piso una iglesia. Y creo que la clave está en este pasaje.

Hemos amanecido, como María, y hemos ido a buscar… Estamos a oscuras. La noche del alma es el estado de quien busca. No acabamos de estar convencidos. Y es de noche. No vemos la luz que nos prometieron cuando íbamos a catequesis, ni hemos escuchado la voz. Tal vez nos engañaron. Nos dijeron que teníamos que buscar en los sepulcros. Y esto es un engaño. María llega al sepulcro, y es de noche. Nosotros hemos llegado a muchos sepulcros, y nos hemos decepcionado. Nos han dicho que de tal o cual manera lo encontraríamos. Y nos hemos agachado, y hemos mirado dentro de los sepulcros. ¿Qué hemos encontrado? Materia corrupta.

Tal vez el espejismo de “dos ángeles”. Se me antoja que es la “pompa y esplendor” de las estructuras de nuestra iglesia. Mucho vaticano, muchas ceremonias vacías, mucho ornamento sagrado,…, pero ni rastro de Él. Es la decepción del día a día, de este sepulcro único de la historia, donde nos encontramos mirando sin ver nada.

Como María podemos pasar horas y horas mirando el sepulcro… Las miserias de una iglesia que no nos convence, de unas estructuras podridas y corruptas, de la pederastia y los escándalos, de un papa al que asesinaron por creerse el Evangelio y del actual, Francisco, en peligro de seguir sus pasos,… Pero no faltan los oropeles del Vaticano, la guardia suiza con su esplendor, el color púrpura de los cardenales. Corremos el riesgo de quedarnos ahí, parados, sin hacer nada…

Pero hace falta “volver la cara”. Y, en la confusión de la oscuridad, acertar a ver esta figura desconocida que está presente y se extraña de nuestra inquietud. No le conocemos. Es un alguien que está presente. Pero, para verlo, como María, hay que volver la cara. María deja de mirar a los ángeles. Nosotros debemos dejar de mirar hacia la estructura de la Iglesia que tanto nos llama la atención (para bien o para mal).

Y este desconocido nos pregunta a quien buscamos. Tal vez no lo sabemos. Tal vez buscamos a un crucificado, como María, y no somos capaces de ver un resucitado que se nos manifiesta plenamente. Estaríamos dispuestos a ir a donde fuera para encontrarlo. Pero ignoramos que lo tenemos presente allí, frente a nosotros, en el rostro de esta persona que tenemos enfrente. Buscamos en la noche oscura. Y la figura desconocida solo la veremos si somos capaces de volver la cara…

Y la figura desconocida le dice “¡María!”.

Y a mí me ha dicho “¡Josep!”. Y a ti te ha dicho “¡Jorge!”. Y a ti de ha dicho “¡Bruno!”.

Antes le ha dicho “Mujer…” Y no le ha reconocido. Y, a nosotros, nos ha dicho “Hombre, ¿por qué estás ansioso, a quien buscas, donde buscas,…?” Y no le hemos reconocido. El anonimato en el trato es moneda de cambio frecuente en nuestro mundo. Somos seres anónimos. Nos tratan como números…

Pero es cuando pronuncia el nombre, mi nombre, tu nombre, el nombre de cada uno, es entonces cuando somos capaces de decir en la lengua del espíritu: “¡Maestro!”.

Para mí este es el momento clave del ser cristiano. Reconocer a este Jesús resucitado que me llama por mi nombre. Y, a partir de aquí, intentar conocerle mejor. Tal vez sea así de sencillo. Yo sé que no puedo “agarrarle”, como intenta María. Él no se deja. “¡Suéltame!”, le dice. Nos dice que le soltemos. Pues cada uno de nosotros ha de ser él mismo. Pero compartimos que Él nos ha llamado por nuestro nombre, e intenta seducirnos. Ser cristiano, para mí, es dejarse seducir por Jesús de Nazaret. Un Jesús resucitado, en una dimensión que se me hace presente en cada uno de los hombres y mujeres que encuentro a mí alrededor…

Y, hoy, esta mañana, en mi rato de oración, he comprendido a María Magdalena, y, como ella, me he sentido impulsado a ir a explicarlo…

Y así os he explicado mi pensamiento, compartido con vosotros. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

 

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